Hace tres años abrí mi
cuenta en Twitter por pura curiosidad. Había escuchado sobre su existencia en
los medios de comunicación en donde lo mostraban como una alternativa distinta
a las redes sociales que reinaban en el momento, como Facebook, MySpace y el lamentable Hi5. De principio me costó aprenderlo a utilizar. No creía que fuera tan
sencillo como simplemente hacer un post de 140 caracteres. Desconfiaba de su
sencillez. Seguía solo a @Laura_Malicia
los primeros días. Ella fue quien me convenció de entar allí para que ambos
probáramos al mismo tiempo y ver de qué se trataba. Yo no sabía qué publicar,
así que dejé uno que otro mensaje allí sin esperar mucho. Pero con el tiempo
comencé a interactuar con más gente y noté que esta red social tenía algo único.
Sus restricciones de espacio obligaban a la concreción de las ideas. Había que
reacomodar las palabras para que cupieran en ese pequeño espacio. La expresión
del pensamiento se debía hacer más aguda, era como sacarle punta con un
tajalápiz a las ideas. Twitter me gustó. Desde entonces me he dedicado a
observar qué implica Twitter para un usuario de internet que accede a esta
página. He visto cómo se han distribuido virus, cómo el spam se reinventa día a
día, cómo crean cuentas falsas para aumentar el número de seguidores de @NoticiasRCN. Vi cómo la señora @ensayista encontró allí una forma
de subir su ego, sus shows, sus follows regalados y luego los cientos de
unfollows que hacía en un solo día. Vi cómo las empresas creyeron que por medio de
Twitter comenzarían a aumentar sus ingresos como por arte de magia. Vi personas
que se rindieron al décimo tuit. Vi TTs racistas, vi cientos de famosos muertos
y resucitados. Vi la twitcam del Chavo. Vi cientos de errores de ortografía. Discutí
varias veces con las personas que no sabían usar la palabra “bizarro”. Vi cómo @JedCasbio logró hacer sentir su
voz y su opinión y dejó de ser un simple estudiante anónimo de biología de la
Nacho. Veo la labor de la señora @ismene2 que se autodenomina "mamerta" y se
dedica a no olvidar los muertos que deja la guerra podrida de Colombia. He
peleado con amigos que ya no son mis amigos. Con un follow llegué a
la persona que amo en este momento y está conmigo a pesar de la distancia. He
visto madurar las ideas y la expresión de mi hermano. Me he decepcionado de
algunas personas y me he asombrado de otras. Vi cómo mi amigo después de tanto
insistirle abrió una cuenta. Vi ideas, muchas ideas, muchas ingeniosas. Es una
red que me ha sorprendido bastante, tanto como para hacer mi trabajo de
investigación sobre Twitter para el máster. Ha habido días en que debo sentarme
a leer miles y miles de tuits. Todos tan diferentes, muchos tan únicos, muchos
tan plagios, muchos tan ácidos.
Pero hoy en medio de mi investigación llegué al TL de @Cloquis e inmediatamente me di
cuenta de que no podría hacerle una lectura académica; hoy podría analizar
cualquier cosa, menos ese TL. Leí sus tuits de los últimos dos meses y vi
una historia que me conmovió bastante. Vi el día a día en una lucha perdida
contra la muerte. Vi un sutil registro de la fe, de la esperanza y de la
aceptación resignada de una realidad ineludible. Hoy me acerqué a la historia
más íntima de una persona que no conozco, no sé cómo es, no sé qué haga en la
vida, solo sé que su madre estuvo muy enferma y que, al parecer, por negligencia
médica tuvo complicaciones que la llevaron hasta la muerte el 9 de mayo pasado. Vi cómo la vida, en una muestra de su irónico proceder, hizo que el día de la madre llegara apenas tres días después. La gente intenta consolar a esa mujer. Le da mensajes de
ánimo, pero todos sabemos ninguna palabra alivia siquiera el dolor frente a esa
pérdida. Para ella muchas cosas han perdido sentido y su mundo ha entrado en un
estado de letargia. La melancolía, la nostalgia, el ayer, la melancolía, la
nostalgia, el ayer. (Si ella algún día llega a leer este post, solo quiero
decirle que lamento mucho su dolor, y que en parte, tan solo en una parte
mínima, en una parte de 140 caracteres, he llegado a compartir su tristeza).
La conclusión más importante que logro encontrar es muy
poco científica pero no menos relevante. Puede que los medios que usemos para
comunicarnos sean virtuales, que seamos víctimas y victimarios de la posmodernidad más cruda, pero no
por eso las emociones y los sentimientos que compartimos por medio de las redes son virtuales, irreales y falsos. Hay gente que subestima lo que ha logrado
Twitter en cuanto a la forma de percibir a las demás personas. Piensan que nos
hemos desensibilizado, que somos robots (bueno, no falta el pendejo estrenando BB que ni levanta la cabeza), pero no notan que estamos frente a una forma distinta de percibir la
subjetividad, una forma que incluso nos acerca a gente que de otro modo no
sabríamos que existe, a historias que de otro modo no calarían fuerte como ha
logrado calar en mí ver la muerte rondar y lograr llevarse a alguien.